Un día de estos últimos, me dispuse a tomar el típico medio de transporte público que por años a movilizado a miles de cientos de santiaguenses: el viejo concho.
Haciendo la señal correspondiente, como mandan las normas

, mando parar una de las unidades para abordar y resulta que está “extrañamente” vacía. Procedo, tal cual dice en el manual de las normas conchoriles, a montarme delante junto con el chÓfer. Una o dos esquinas más adelante, nos paramos a montar una humilde ciudadana y es cuando me doy cuenta que aún no he pagado por lo que paso un cincuenta al tipo para que me cobre. Como es costumbre en algunas mujeres, no importando que el vehículo este totalmente desierto en la parte trasera, abre la puerta para montarse al lado mío.
Demás está decirles que estaba algo sobre peso porque esas cosas suceden sólo con seres humanos de contextura física algo exagerada. Otra vez, me refiero al manual del buen uso de un carro de concho, y me desmonto para dejar a la joven sola junto al chÓfer y me paso atrás por aquello de la lucha, el pique potencial y mi problema de costilla fracturada.
Como casi siempre nunca estoy pensando en la cambio (muchas veces me han tumba’o por estar paraleleando entre universos) decido ponerme en eso y le digo al chÓfer que no me a devuelto.
-- “Si, yo sé, lo que pasa e que no tengo menudo”--«Cuarenta pesos menos»
--“No se apure, allí lo cambiamo”--"No se preocupe"--«Mielda» En eso, llegamos a un semáforo en rojo y se le para otro vehículo al lado:
--“UUUeeeeyyyyyy!!!”
--“Hey dime!!!”
--“Y la chamaquita de anoche?”
--“Encendía, loco encendía”
--“Pero... se hizo el asunto?”
--«Cómo el “asunto”? y eso se habla así delante de la gente?»
--“Se volvió ná’... y a ti te salió algo?”
--“Tu sabe que yo soy un montro”
--«Ete maleta no le salió ná’»Los dos se rieron sabrá dios de qué y mientras yo dándole cocote a los 40. Luego de varios intentos fallidos tratando de cambiar el dinero, y de escuchar como la “Glubby”, de entremetía, le preguntaba al chÓfer donde era el asunto de anoche y de que se trataba, llegamos a otro semáforo. Se montó otro pasajero, creo. Por supuesto en la parte trasera, junto a mi, como mandan las normas (algún día postearé dichas normas).
Mientras, seguía repitiéndome:
«Ete lo que ‘tá e por quedarse con lo chelito, qué vaina»En eso se le paró otro carro al lado.
--“Montro, cámbieme eso pá' devolverle al príncipe aquí”
--«No me allante no»
Claro, no pudo cambiarlos.
Ya faltaba poco para quedarme y no pensaba decirle nada hasta ver qué me decía. Justo una esquina antes de donde me quedaba, el tipo logró cambiar el dinero y le digo:
--“ChÓfer, en la próxima me quedo”
--“Príncipe vea, ecúseme, pero usted sabe”
--“No ombe, yo sé ‘tese tranquilo” «Pendejo»
El tipo me devuelve, la momia que se montó último también se quedaba y mientras me estoy desmontando, alcanzo a escuchar a la size 48 preguntarle al driver si la fiesta era con música en vivo. Buej... luego de darle un boche a un carajito que todos los días me da una tarjeta de descuento de Óptica Almánzar, decido verificar mi devuelta para confirmar: eran 90 pesos.