sábado, noviembre 04, 2006

Neoria - La Llegada (Cont.)

El viento que atravesaba el cristal roto del baño, desdibujó su ya palidecido rostro. En efecto, alguien había penetrado su habitación mientras dormía.

– Esto tiene que ser un error –

Avanzó hacia la habitación y alcanzó ver una toalla ensangrentada en el suelo propiedad del hotel. El perpetrador la utilizó para romper en vidrio de la ventana que por razones de seguridad la administración decide mantener cerrada todo el tiempo.

– Tamaña seguridad, un cristalito de azúcar – Se dijo.

Al entrar, analizó las cuatro paredes como en busca de alguna pista que pudiera luego utilizar para aclarar lo que acababa de suceder. No corrió con suerte.

Echó un vistazo fuera y notó algo extraño. No era posible salir por la ventana sin caer al vacío hacía una muerte casi inminente ya que afuera sólo había una especie de hendidura que recorría horizontalmente todo el piso y servía de adorno a la fachada principal del hotel. Miró hacía arriba y notó que los balcones de las habitaciones del nivel último eran humanamente imposibles de alcanzar desde esa distancia pues el salto debería ser de al menos 10 metros para alcanzar las rejillas. Como era de suponerse, no hay escalera de escape en caso de emergencias.

– Diablos, no hay siquiera una cuerda colgada; ¿es que no existían emergencias en aquellos días? –

Creyó escuchar un sonido fuera de lo común proveniente de la azotea y sin pensarlo dos veces se dispuso subir. Aún en sus pijamas de algodón color verde y pantuflas en combinación, como casi todo lo que viste, corrió hacia el bulto de donde extrajo la pistola para hacerse de un suéter y su teléfono móvil.

Al abrir la puerta, tropezó con un empleado de servicio y ambos cayeron al suelo. El arma se le resbaló y fue a parar al lado de un bote de basura ubicado justo a los pies de las escaleras que dan con el cuarto nivel.

– Disculpe señorita –
– No, por favor, la culpa es mía por no fijarme –
– ¿Y eso? – Le pregunta señalando el arma en el suelo. – ¿Está todo bien señorita?¬ – Luego de reponerse, el servicio caminó hacia el bote de basura a recoger el arma y mientras lo hacía, dejó caer disimuladamente lo que parecía ser un pedazo de papel. Ella no lo notó.

– Esteee, si, todo está bien – Mintió por desconfianza. – Es que escuché algo y usted sabe, una tiene que estar prevenida pues nadie sabe –
– Aquí tiene, guárdela y no se meta en problemas –

Mientras recibía el arma, presintió que algo andaba mal. El atuendo que vestía el joven si bien concuerda con los del servicio, había algo sobre su actitud que le parecía del todo sospechoso.

– Disculpe, ¿me podría dar su nombre? –
– Está en mi identificador señorita, Mhu Kehn, ¿segura que no quiere que la ayude? –
– No, gracias, pero ¿podría por favor informarle al encargado que quisiera verlo en mi habitación? Es la 3-2 –
– Con gusto señorita –

Mientras el servicio se aleja, introduce la pistola en el bolsillo derecho del suéter mientras no para de pensar en esa sensación de incertidumbre y desconfianza hacia él a la vez que conjuga otro pensamiento ¿un servicio a las 3 de la mañana sin nada que indique qué ha servido? Una vez retirado, ella procede escaleras arriba con el propósito de esclarecer primero el sonido proveniente del techo y ver si se relaciona con la escapada misteriosa y segundo si tiene algo que ver con el encuentro reciente.

El quejido de las escaleras expresado por un molesto chillido podía escucharse hasta cinco metros de distancia en cualquier dirección gracias al silencio de la noche.

Al fin llega a la puerta que da hacia el exterior. Antes de abrirla, saca la pistola del suéter y se cerciora de que el arma esté cargada y lista para utilizarse. Recuesta el hombro ligeramente para presionar la salida cuando de pronto, desde el otro lado de la puerta, un golpe seco pero contundente la sacude y tira escaleras abajo.


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